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La sabiduría en el uso del cuerpo

¡Hola, buenos días! Mi nombre es Lucio Martínez, soy profesor y Director del DeRose Method Callao.


Siempre me gustó moverme, y hacerlo fue y es parte de mi camino de autoconocimiento. De toda la propuesta comportamental del DeRose Method, una parte está dedicada a las técnicas corporales, que si bien ocupan algo menos del 20 % del Método, tienen un fuerte impacto en nuestro organismo. 


Son muchos los elementos que intervienen en el desarrollo de una vida plena. Entre ellos, la genética y otros factores fuera de nuestro alcance. Pero para mí los más interesantes son los que dependen en gran parte de nosotros, como por ejemplo la alimentación, el descanso, las relaciones humanas, los movimientos. Hoy voy a centrarme en el uso del cuerpo.


La naturaleza, en su sabiduría, nos diseñó para movernos y subsistir en un medio de incertidumbre y escasez. Durante miles de años nuestros cuerpos fueron un medio para transportarnos, cazar, recolectar, defendernos, socializar.

Caminábamos un promedio de 18 a 20 km por día, más allá de utilizar fuerza para distintas tareas, como trepar, nadar, recolectar, cazar, jugar, construir.


Hoy ya no necesitamos ese esfuerzo físico para sobrevivir en un medio salvaje. Pero a diferencia de la cultura, que es dinámica y cambiante, la biología evoluciona muy lentamente. Necesita miles de años para hacer pequeños cambios; tanto es así que, según el libro Homo imperfectus de María Martini Torres ―paleoantropóloga española y médica dedicada a estudiar a nuestros ancestros―, compartimos en gran parte la misma biología que los habitantes de las cavernas.

Solo que hemos modificado drásticamente nuestro entorno, y esto trae sus consecuencias.


Las tecnologías que desarrollamos para estar más cómodos nos hacen más débiles en algunos aspectos. Las mismas herramientas que nos dan más control sobre la naturaleza nos hacen perder control sobre nuestro propio cuerpo. Ahora nos sentimos a gusto únicamente en un estrecho rango térmico, y ni hablar de subir escaleras.

Nuestro cuerpo físico no está adaptado a vivir en un estado constante de abundancia y comodidad, requiere ciertos desafíos para prosperar. No se trata de estar incómodos, sino de aumentar la tolerancia a las pequeñas adversidades de la vida, evitando que los recursos tecnológicos nos atrofien la anatomía. La forma de lograrlo es a través de ciertos cambios de hábitos, estimulando la hormesis del organismo.


Para graficar un poco veremos dos ejemplos. ¿Conocen la historia de Milón de Crotona? Era un atleta griego del siglo VI a.C., campeón de seis juegos olímpicos. Se cuenta que, en su entrenamiento, diariamente levantaba un ternero, hasta que este se convirtió en toro; con el tiempo, no solo aumentaba el peso del ternero sino también la fuerza de Milón (principio de la progresión se llamó este sistema de entrenar).

El otro ejemplo es el de los sirvientes que probaban la comida de los reyes, por si estaba envenenada. Para ello pasaban por un entrenamiento previo consistente en consumir pequeñas dosis de veneno, a fin de fortalecer el sistema y no morir a causa de su trabajo.


En la actualidad, mensurar en días, tiempo, peso u objetivos nos ayuda a mantener la motivación que se necesita para alcanzarlos. En su Tratado, el Profesor DeRose propone autosuperarse extendiendo la permanencia en técnicas corporales desafiantes a razón de un segundo por día.


Sabemos que hacer uso del cuerpo mejora la salud en general, es un tónico natural que promueve una vida más plena y longeva.

En nuestros primeros años desarrollamos una increíble capacidad de movimiento. Nacemos con plena flexibilidad y rangos de movimiento completos. Pronto perfeccionamos el control motor, añadiendo estabilidad y coordinación. Nuestro primer logro es soportar el peso de la cabeza. De ahí pasamos a rodar, arrastrarnos, gatear, ponernos en posición de sentadilla, saltar, correr, etc.

El movimiento es completo, libre y creativo. Nos movemos porque nos gusta, porque es una expresión natural humana y de cualquier animal. Es también posiblemente una de las formas de comunicación más antiguas. Imaginemos a nuestros ancestros alrededor del fuego, contando historias con sus movimientos.


Pero este proceso de autodescubrimiento se trunca a los pocos años de vida, cuando se acentúa otro proceso, el de “domesticación”. El movimiento libre y creativo es reemplazado por el repentino adoctrinamiento corporal de estar quieto mucho tiempo y la reducción abrupta del movimiento de nuestras piernas hasta los 90 grados al comenzar nuestra etapa educativa. Esta no finaliza al completarse las etapas primaria y secundaria, sigue en la universidad y en la mayoría de los trabajos modernos. El cuerpo va perdiendo la memoria y reduciendo sus movimientos a lo justo y necesario para cumplir tareas laborales. Y además, en el hogar nos dedicamos a ver series y redes, con lo cual permanecemos mucho tiempo más en esas posiciones.


El sistema no se preocupa por el individuo sino por la productividad y el rendimiento, aún a costa de la salud de quien trabaja, como escribe Byun Chul Han en su libro La sociedad del cansancio. Y el gran problema es que nuestros genes están pensados para un mundo que ya no existe. 


No pretendo dar una visión idealizada de la vida de nuestros ancestros, ni hacer un juicio de valor. Prefiero enfrentarme a los problemas actuales, que a una serpiente o a un león o a las inclemencias de la naturaleza. Pero sí es interesante ver cómo podemos tener lo mejor de los dos mundos: el confort y la tecnología, sumados a nuestra potencia biológica. 


Cuando los alumnos comienzan a practicar DeRose Method, pronto advierten que el cambio está en hacer algo fácil y sostenerlo el tiempo necesario para que llegue a ser un hábito.

Es solo tomar conciencia y decidir incorporar más movimiento a la vida diaria, no hace falta una elaborada planificación para comenzar a cambiar. Si tenemos largas horas laborales en posición sentada, por ejemplo, podemos desarrollar el hábito de pararnos y caminar al menos unos minutos después de cierto tiempo de estar sentados, o subir y bajar escaleras (en lo posible, de a dos escalones). También es una buena idea trabajar en posición parada (ya se venden escritorios para esto), o realizar al menos algunos movimientos en la silla, de torsión, lateroflexión, anteflexión, estimulando el movimiento vertebral y la musculatura en general. Y si trabajamos parados, hacer algunos ejercicios de flexibilidad, si es posible, en posición sentada.


Otro hábito interesante es movernos más en bicicleta, patines o caminando como forma de traslado. Al salir del trabajo, es una buena idea hacer alguna actividad física antes de volver a casa, como deportes, danza, karate, caminatas largas, etc.


Cerrando la charla, los invito a una última reflexión: ¿pensaron alguna vez que tenemos a nuestra disposición toda una información ancestral? Conocerla nos permite potenciar nuestras vidas, sacando el mejor provecho del funcionamiento de nuestra biología. ¿Cuánto más podríamos hacer y con qué calidad, utilizando ese conocimiento? 


Los sistemas que hemos creado no se preocupan por el individuo, somos nosotros quienes debemos tomar cartas en el asunto, protegiendo los espacios personales para mejorar nuestra vida.


Todo gran viaje comienza por el primer paso, como decía Lao Tzu.

O, como dice el profesor DeRose, “Cambie el mundo, comience por usted”.

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