La inspiración es una fuerza que nos moviliza y nos conecta con la creatividad, ya sea a través de una expresión artística o de una decisión importante que inicia un nuevo ciclo.
Cuando estamos inmersos en un proceso, la inspiración es una bocanada de aire que nos da la energía para seguir adelante.
Podemos encontrar inspiración en cualquier parte: en personas, palabras, paisajes, actitudes o experiencias. Pero para generar ese vínculo emocional necesitamos atención y apertura. Después, es cuestión de aprovechar la inercia utilizando las herramientas adecuadas para materializar el resultado.
Las personas que más me inspiran hoy son las más cercanas. Y me sorprendió que sea recíproco.
Encuentro un valor especial en las conversaciones al desnudo, cuando no estás a la defensiva porque sentís confianza, cuando no pretendés ser diferente de lo que sos, cuando te abrís para dar y recibir en forma genuina.
Cuando las personas te cuentan sus aprendizajes y sentires profundos, ves su lado humano detrás de lo que se muestra generalmente ante quienes no tienen el privilegio de la intimidad. Esas mismas personas son las que te hacen las preguntas que nunca te hiciste porque no te diste cuenta o no te animaste. Compartimos unos mates que vienen con sabor a conexión.
Estas palabras son consecuencia de circunstancias y conversaciones que me hacen valorar cada día más mis vínculos, esos que me inspiran.
Mi profesión y mi filosofía de vida me invitan a compartir esto. Puedo justificarlo desde varios puntos de vista: pensando en la supervivencia de nuestra especie, en estrategias para crecer profesionalmente, en el camino del autoconocimiento, en cortesía, en calidad de vida. El punto en común es llevar la mirada a las conexiones que construimos con los demás, sin dejar de mirar hacia adentro.
Alimentemos esos espacios de inspiración y aprendizaje, de relaciones sinceras, respetuosas, libres y recíprocas.
Que nos inunde la gratitud.
Que usemos la fuerza de esas palabras que nos impulsan como trampolines.
Que seamos inspiración.